domingo, 11 de diciembre de 2016

despegamos...

Aún no ha pasado un año y parecen siglos de desventura este regresar a su perfil de mármol vivo, a su timbre de deflagración valiente, a su mirar de envés no solicitado y su pisar el planeta sabiendo que le pertenece, que aún le pertenece... este regresar a David Bowie. Porque, como habitantes de este planeta de rencores y desidias, le pertenecemos. Él se atrevió a vender el mundo, hace ya demasiado, y lo hizo con nosotros dentro. Ahora andan los mercaderes (cada vez con mayor intensidad) disputándose la carroña. Se disfrazan de benefactores, luchadores sociales y adalides de la ecología, de amigos incluso. Pero ya no nos engañan. Las cartas están marcadas.

Aún no ha pasado un año y recordamos que él nos enseñó a amar sin esperar retorno. Antes incluso de que nos diese alcance la paternidad, esa sí, la única transacción válida, la que está llamada a cambiar el mundo. Y es que si sabemos ser padres de nuestros hijos como él, sin siquiera desearlo, lo fue de nosotros, llegará la revolución. Aunque retrasada -como todas-, llegará. Lástima que ya no estará entre nosotros, y los hijos que amamos no podrán hacer guirnaldas de victoria con su sonrisa de fauno melódico y travieso.

Un año casi, también, desde aquel día en que unos cuantos afortunados pudimos disfrutar de la valentía artística y personal de Fernando Bazán, Charly Chicago y Carlos Ann, artistas por elección, por necesidad. Por imposición divina, o sea. Porque si hay dios que pueda imponer algo, sea el que anida en el interior de aquellos que se incineran buscando, en la vida, la belleza. Canciones, tragos, abrazos acumulados: una semilla de amor entrelazando la noche... y Bowie como sumo sacerdote, oficiando la misa negra de nuestro daño por su pérdida. Un daño que, a pesar de todo, danza y se viste de música... de emoción. Ahí, aquella noche, nació LIFT OFF y algunos renacimos a la vida y el amor. También a la amistad que, cuando verdadera, es lo mismo que lo otro, pero mejor (que para el amor uno ya se sirve solo, llegado a ciertas edades). 

2016 ha sido, sin duda, el más nefasto año de los que llevo vividos. Me quedan más, y acojona, no lo niego. Pero ahora es hoy y es presente y duele, y 2016 (decía) ha sido el año más jodido de mi jodida existencia. Afortunadamente, hay quien desea cauterizar, cicatrizar heridas con fogatas de abrazo y zurcidos de amor. Los chicos de La Galla Ciencia, esos alienígenas. Jóvenes que luchan a brazo partido por la Poesía, a quienes no amedrentan las leyes del mercado, que boxean en cualquier cuadrilátero en que no haya más knock out que el de la palabra bien dicha y mejor sentida, que hacen de la lírica emoción y de sus emociones pura lírica. Ellos llevan ya unos años regalando prodigios a todo aquel que sigue buscando fulgor en la página impresa, y sólo ellos podían emprender este colosal homenaje a Bowie que hoy, por fin, ha llegado a mis manos y corre el riesgo de perder su tinta en los meandros que dibujan mis lacrimales. Hoy estoy llorando, de nuevo, desordenando con mi llanto la aritmética fugaz y exacta de este año maldito... pero en esta ocasión mi vida es lágrima por sentir que roza, con manos y latido, la Belleza.

Ya dejé dicho, tras publicar Madrid-Cochabamba, que escribir aquel libro a cuatro manos fue una de las más deliciosas experiencias que tuve la suerte de gozar. Conocer a Claudio Ferrufino-Coqueugniot, dejar que su prosa excelsa envenenase los balbuceos de mis párrafos, que sus emociones anidasen en mis desvaríos... puro delirio esto de la coautoría, oigan (aquí, en esta frase, incluso en la posterior, se cuela de alguna manera otro coautor de este LIFT OFF que nos ocupa, y de mis emociones, Emilio Losada, él bien sabe). La chispa de aquel incendio fue el extinguirse en cenizas la vida de Lou Reed, el bardo de Nueva York, aquel otro demiurgo cuyos brazos acunaron el abrazo de melodía perpetua de Bowie. Hoy colaboro en este homenaje al Hombre de las Estrellas con titanes del verso, el párrafo y la melodía. Vuelvo a sentirme vivo, bien alimentado (que uno pretende aún alimentarse de sus letras, sí, pero que hay otro alimento que se impone más preciso, y es el del abrazo y la cercanía, el del cariño certero y el amor sin cara oculta de luna falaz). Que otros se vanaglorien de sus obras redondas, sus poemarios perfectos. Un servidor, si de algo ha de sentirse orgulloso, es de esta reunión de abrazos huérfanos en que hemos naufragado, un buen puñado de creadores, para llorar con alegría al Duque Blanco. De eso, y de poder conocer a estos lunáticos sin cara oculta que desnudan, con cada uno de sus nuevos proyectos, la Belleza más inmediata. Amigos de La Galla Ciencia: gracias por hacerme hueco en esta nave de emoción y papel que hoy despega...

No quería extenderme pero... pido disculpas, soy pecador reincidente y el exceso es crimen que no logro eludir. Así que mejor lo dejo aquí. Valgan las imágenes que ilustran este torpe texto. Valga el continente y, si aman a Bowie, si aman la música y la Poesía, háganme caso y no eviten sumergirse en el contenido.

Hace casi un año que todo finalizaba. Hoy hemos descubierto que sólo era un nuevo inicio. Hacia él despegamos.



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