lunes, 26 de agosto de 2013

poemas de la quietud (fusilando el "me gusta")

dedicado a todos los que malgastan su tiempo leyendo las frases que balbuceo

Acechas el cinematógrafo huraño y apócrifo de la computadora, sólo para descubrir vertederos de humildad y lucha social. Caes en las aniquiladoras redes de la red de redes, sólo para descubrir que aún pasean los muertos su halo de cadenas como verdades que sucumben a la edad de la inocencia. Rastreas noticias de píxel y diseño gráfico, sólo para mejor recomponer tu rabia y hastío. 

Quiero decir que, hoy, ya, ahora, aquí, allá, en la más remota de las islas y la más nevada de las cumbres, un gran porcentaje de humanos tiene libre acceso a la conexión cibernética que les desconecta de la realidad y recrea para ellos una certeza paralela. Los humanos, sí, son más combativos. Eso se deduce de las libertarias proclamas y las solidaridades de cartón piedra que pueblan las redes sociales, estos días. Todos tenemos una cuenta en facebook. Todos somos libres de mostrar, a los extraños a quienes hemos querido etiquetar como amigos, las miserias de nuestro desnudo de costillas prominentes, carne flácida y moral equívoca. Todos podemos clamar contra las injusticias en la cadavérica asamblea de las teclas y la foto retocada vía instagram. Todos tenemos libertad para poner a prueba nuestro ingenio reivindicando consignas sociales con los 140 caracteres que admite un twitt.

Los poderosos continúan haciendo caja con nuestros comentarios en facebook. Las telas de araña de la estadística evidencian nuestras miserias y apetencias más íntimas. Continentes enteros se hunden a pesar de nuestros festivos plebiscitos cebernéticos. Los niños del abandono continúan hinchando sus vientres al ritmo de la música de nuestros smartphones. Ladrones de guante blanco nos extirpan, sin que apenas seamos conscientes, hasta el derecho a respirar. La frágil baraja de la sanidad es desparramada sobre el tapete de la tarjeta de crédito. Nuestros coches pasan de 1 a 100 en el tiempo en que se desangra en sudor y miedo cualquier obrero sin horizonte. La educación es un arma de doble filo incitada a rebanar el sueño de los que nunca sabrán leer. 

Y clamamos contra la injusticia, sí, desde la cómoda butaca en que aposentamos nuestro cansancio, frente a la computadora. Han logrado que estemos cansados, y que utilicemos frases y palabras que muchos leen pero nadie descifra. Han logrado que no hallemos la fuerza para salir a la calle, que empleemos las habilidades que nos enseñaron a considerar poco propicias para lograr la buena vida en escupir palabras huecas y anular acciones como gaviotas que picotearían los ojos de ese engendro al que, inconscientemente, adoramos perseguimos ansiamos deseamos para no sentir el vacío de una vida hueca que sólo rellenamos con serrín o felpa ajada...como aquel oso de trapo de la infancia...al menos, aquél, sonreía

el gato se observa,
desconcertado,
en el espejo vacío
del cristal de la terraza

como me miraba yo,
no hace mucho,
en el tintineo falso
de la economía
y el salir a flote

después pasea,
se retuerce,
persiguiendo
su propio cuerpo

como yo,
ya digo,
hace tiempo

como tantos
hoy


y ... Occidente cargado de miedo,
        podría tratarse de magia chamán
cantaba un insolentemente joven y engreído Enrique Bunbury, hace siglos, cuando aún la revolución era una palabra que reptaba de boca en boca, de latido en latido, de corazón en corazón...antes de morir sepultada en la tipografía apócrifa de la pantalla de una computadora.

En Oriente (entiéndase: todo pedazo de tierra que no pertenece a quienes gobiernan Europa y los EE.UU.), lamentablemente, hallamos a cada momento más de lo mismo...vislumbres de un El Dorado que nadie pudo encontrar y aún se resiste a ser descubierto. 

Seguiremos buscando.

jueves, 22 de agosto de 2013

Genet en Cochabamba

Después de más de un año viviendo en Cochabamba, viviendo Cochabamba, descubro que los pasos se me enredan en las mismas baldosas, que las sonrisas se quedan colgadas de los mismas cuerdas en que las cholitas que emplean su tiempo lavando las miserias de los otros cuelgan sus ropas de saldo y moneda fácil, que la orgía de enredados desencantos y pasivas vivencias que es mi vida toma el sendero fácil de los desagues y los vertederos. Cochabamba, Bolivia, Sudamérica toda, al fin, no es más que una porción infinitesimal de mi desencanto.
Pero, afortunadamente, nada que ver mi desencanto con el de Leopoldo María Panero en el grandioso documento del mismo nombre. Porque mi desencanto muerde raíces en la misma tierra en que nací: la arena movediza y grumosa de mis fantasmas incompletos y perversos.

En Cochabamba, como en Bolivia toda, el acceso a la literatura no es fácil, ni barato. Al contrario. Difícilmente podrás encontrar aquí obras literarias de esas que, en la vieja Europa, ya te costaba encontrar en las librerías de saldo o segunda mano. Pasear los pasajes aledaños al Correo, embriagado ante la vista de tanto volúmen desordenado y de bajo coste es necesario, sí, pero los hallazgos son escasos y han de limitarse al puñado de páginas esculpidas por autores bolivianos y, de tanto en tanto, algún que otro escritor latinoamericano de los más profusamente editados a lo largo y ancho del planeta (léase Vargas Llosa, Benedetti, Galeano y, ¡uf!, Paulo Coelho). Nada de literatura underground americana, ni asomo de lírica simbolista francesa, nunca el eco de la poesía de la conciencia hispana...

Pero traen noticia, las paginas de internet de la publicación de volúmes que, de inmediato, deseas poseer...es el caso que me acomete al contemplar el bondadoso bombardeo con que facebook y demás herramientas del absurdo despedazan el suelo que no piso...hablo, en este caso, de la obra de Mohamed Chukri recientemente vertida al vertido y denigrado español: Jean Genet en Tánger. De inmediato me acomete el sueño dúctil de los alminares y terrazas tangerinos, el caracoleo de inmundicias y esencia de azahar del Zoco Chico, la enredadera de ensoñaciones de los bendires y las darboukas que enredan en sonoro silencio los deambulares por las callejas de Tánger. Me invade, también, cómo no, la violencia de esputo depauperado de la lírica prosa de Genet, sus aullidos de espanto y belleza, su simiente bestial y fragante, germinando al amparo del estiércol y el beso. Por resumir: que alguien me envíe un ejemplar de esta obra, joder, ¡que aquí no llega!

Pero es en el fango del infortunio donde florecen las flores del mal que nos hacen seguir tragando a sorbos imposibles la grandeza de la vida. Es así que un poeta, un autor, una persona que sabe decir una detrás de otra las verdades que nos pretenden eludir, aterriza en Cochabamba y me trae su brisa de sinceridad fresca y honestidad brutal. Miguel Sánchez-Ostiz, escritor y persona como pocas nos quedan a los que deseamos hallar frágiles alas de eternidad en el naufragio sucio de mercados y mentiras de la vida moderna. Miguel, compañero ya, y amigo (anhelo) que me despierta del ensueño de estar viviendo una tierra sin haber devorado aún sus portentosas y frágiles raíces. Miguel llega a mí demostrando que soy yo quien llego a él porque debía hacerlo, porque me era preciso. Y me enreda en comidas pantagruélicas y charlas rabelesianas junto al más desbocado e irreverente escritor boliviano vivo. Comer, beber, deglutir, escuchar, charlar, mirar a Miguel junto a Ramón Rocha Monroy, te hace saber que nada importa el que ninguno de vosotros se haya dignado enviarme un ejemplar del Jean Genet en Tánger que tanto ansiaba hasta el momento de sentarme a la mesa de los grandes. Una mesa en que la cerveza despierta resplandores de sutileza y la carne aglutina verbos y risas como puñales que esperan la espalda en que clavarse sin previo aviso.

Ahora, hoy, demasiados días después, anhelo el reencuentro con estos escritores que son personas antes que literatos y supervivientes antes que grandes autores. No, ya lo dije, aquí no llega la voz de Genet, pero me basta con encontrar resplandores de la belleza que sus palabras imprimieron a la vida carcelarria y mísera de quienes pretendían enterrar el futuro y sólo pudieron escupir tres puñados de mísero barrro sobre el sepulcro expedito de la gloria con que las letras quisieron darnos vida a quienes soñábamos vivir en prosa. Gracias, Miguel. Gracias, Ramón. Gracias siempre por franquearme las puertas de vuestro hogar de gloria como tinta desparramada al viento.

Ya digo (o dije), Cochabamba cambia, Bolivia cambia, cambia Sudamérica, se transforma el mundo y asoma sus ojos amarillentos la esperanza frágil del hambriento...porque todo cambia y, hoy, yo soy otro, como el poeta.

 Y...amo Bolivia


Ahora, por volver a Genet, decido regalar un fragmento de mi torpe novela, Los Cuadernos del Hafa, ese amasijo de tinta como dolor en que pretendí anidar el espíritu sucio y anverso de un Genet converso. Que ustedes lo disfruten...o lo ignoren...a mí, ya, poco me importa...

Ojos que parecen retar al fotógrafo, más por la pose y la ropa pretendidamente patibularia con que el modelo desafía la normalidad establecida, que por lo que sus propios ojos pretenden insinuar, ya que éstos semejan dos botones vueltos hacia dentro, dos diminutas luciérnagas en trance de perder la luminosidad. Genet mete las manos en los bolsillos de sus pantalones, decididamente anchos (los bolsillos), con la anchura suficiente para permitir agarrarse el falo como si fuese éste la antorcha de una libertad que el fotógrafo pretende robarle. Su cabeza rapada, su incipiente y evidente calvicie, los párrafos desordenados en que se arruga su frente, no son más que un decorado que pueda recordar los años de presidio y vida maltrecha en los muelles de Barcelona y, de forma sutil, evitar que el observador pueda hallar algún sentimiento reconocible en esa mirada extraviada en su propio desafío.
A Isabelle Gérofi no podía dejar de fascinarle el cariñoso desprecio que exudaba Jean Genet cada vez que visitaba la librería. Lo habitual era que permaneciese subyugada durante los minutos previos al saludo, ésos en que Genet se paseaba por entre los estantes y, deliberadamente, extraía de los mismos aquellos títulos que más le atraían, los recogía bajo sus brazos carcelarios y se acercaba a una mesa, a hojearlos y arrancar las páginas que más le interesaban, doblarlas cuidadosa y furtivamente, y encajarlas con delicadeza en el bolsillo de su pantalón antes de sonreír a Isabelle y preguntarle si podía desayunar con ella.
Isabelle desayunaba con Genet, y éste devoraba los dulces que aquélla le servía de modo totalmente gratuito.
Jamás cedió el escritor a la incómoda pretensión de su anfitriona de dejarse fotografiar para convertirse en un nuevo elemento decorativo de la librería, así que Isabelle tuvo que recortar, con pericia cercana a la devoción, aquel retrato del autor con que se inauguraba una entrevista al mismo en la portada de una longeva publicación literaria francesa de las muchas que se acumulaban en las mesas del establecimiento.
Al fin y al cabo, aquella instantánea era la más fiel a la imagen que Isabelle se había forjado de Genet, durante la estancia de éste en Tánger, a la búsqueda de nuevos prostíbulos y virginales leyes que quebrantar.

sábado, 3 de agosto de 2013

queremos enseñARTE



Escribí el texto que sigue a raíz de la publicación de una canción que he podido ver nacer, crecer, desarrollarse y llegar a no pocos oídos. Sí, ni puedo ni deseo negarlo, formo parte del proceso, formo parte de la esperanza que anida en esta canción. Lo lamento, no estoy yo para falsas y estúpidas modestias y (ya lo dije) no me debo al público que no tengo. Así que: gracias a Makka por su latido de ritmo y abrazo, gracias a Favio por su voz de fulgor desnudo y crudo ensueño, gracias a Solange Molina por su pincel de verbo y belleza y su sonrisa de pureza y dignidad, gracias al resto de chicos de la Fundación enseñARTE (Performing Life) de la que me alegro de formar parte, gracias a los compañeros que hacen posible que el sueño aún esté al alcance de la mano...gracias a los poetas que sostienen entre sus dedos de tinta y grafía, cada día, ese estallido de futuro que nos reventará la inconsciencia

La poesía es un arma cargada de futuro

Gabriel Celaya



Ya nos sorprendió el joven MC Makka con su anterior larga duración, un artefacto musical y lírico que desmembraba barreras demostrando que la música no debe encerrarse en estrictos patrones estilísticos o verbales. Claro, hablo de MÚSICA con mayúsculas, no de simple entretenimiento vacuo.

Nos lo advirtió con el primer “aperitivo” de ese fastuoso banquete que promete ser su próximo larga duración. Y ahora este segundo “aperitivo” que ya podemos considerar, sin temor a equivocarnos, como “entrante” en toda regla. Decía Makka, en el primer tema al que aludimos, que Eres Tú La Luz, y con este nuevo pedazo de sonora realidad ilumina sin olvidar que también hay, siempre, otro que, decididamente, puede ser La Luz.

Queremos enseñARTE, cantan en la voz de Makka miles de niños que viven y trabajan en las calles de este mundo que pretendemos aséptico, ordenado, correcto, coherente. Y nos lo demuestran, verdaderamente esta canción es una deliciosa enseñanza para aquel que ande presto a prestarle oídos y sentimientos.

Inicia esta primorosa oda el desfile melancólico de unas notas de piano en las que la irrupción de la voz de caverna amable de Makka despliega las consecuencias de un cañonazo de luz. Al poco, tras una mesiánica pero sincera declaración de intenciones, la voz de Favio, uno de tantos jóvenes de infancia secuestrada y madurez prometedora, comienza a recoger los pedazos de incandescencia para dar forma a un fantasioso vehículo que nos transportará hacia el reino perdido de la esperanza. Luego rapea el poeta para recordarnos que esa esperanza anida en cada uno de nosotros y que, caso de desearlo, también podríamos ser, cada uno de nosotros, La Luz.

El músico alicantino, haciendo gala de la profunda humanidad que supuran cada una de sus letras, autoafirmando su intención de iluminar las tinieblas en que, gustosamente, se sumerge una gran porción de esta tarta amarga que es hoy la sociedad, nos regala una grabación sorprendente por su feroz y urgente lirismo y, de paso, da cabida en esa esfera mágica que parece su música a la verdadera voz de la calle. Él mismo asume que desea enseñarnos el nacimiento de una flor. Y la vemos nacer, y la escuchamos crecer.

Queremos enseñARTE es el título de la nueva canción de Makka, una composición que atraviesa fronteras de incomprensión y desprecio para regalarnos la voz de uno de los numerosos jóvenes que, pese a no haber atravesado aún el difuso contorno de la madurez, ha vivido ya las numerosas tropelías a que se ven expuestos los niños y adolescentes que, a lo largo y ancho del mundo, se ven obligados a vivir y trabajar en las calles. Makka escuchó la voz de Favio, gracias a la Fundación enseñARTE (Performing Life), una organización sin ánimo de lucro que lucha para que los jóvenes de que hablamos puedan construir un mejor futuro, con el ARTE como única e ¿inofensiva? artillería. A partir de entonces, asegura, soñó con que este chico pudiese tener las mismas oportunidades que él había gozado. Así que contactó con la citada Fundación y comenzó a preparar la grabación que hoy tenemos la fortuna de escuchar.

Permanece en boga, desde ya demasiado largo tiempo, en los cultos círculos del tiempo libre y la mesa bien dispuesta, la dialéctica entre la obligación o no del artista de ser portavoz de las injusticias que carcomen la sociedad. Lastimosamente esta querella intemporal suele arreciar cuando el artista de marras es ya consagrado y tiene una cierta edad que se supone debe darle perspectiva. Makka, aún pendiente de su consagración musical, aún lejos de alcanzar la edad aposentada de muchos creadores, toma partido desde el inicio de su carrera, y lo hace por los desfavorecidos, los de verdad, no los que no pueden salir a cenar fuera el fin de semana, sino los que desconocen el significado del verbo cenar.

Michael Jackson aulló We are the world junto a una serie de rutilantes estrellas de la canción popular, pero nosotros, los que vivimos a pie de calle, nunca nos pudimos sentir identificados con su solidario mundo de oropel y condescendencia. Nosotros somos la calle y soñamos con que el arte irrumpa en los callejeros de nuestras ciudades para tornarlas más amables, y la mejor manera de hacerlo nos la enseñan Makka y Favio, de quienes, caso de ser, por ejemplo, el malogrado Jackson y su colega Stevie Wonder podríamos leer, en los rotativos y las cibernéticas páginas de la comunicación, que han compuesto el verdadero himno de la esperanza que ven ahogada entre ignominias y avaricias demasiados miembros de nuestra sociedad.

Gracias por querer enseñarnos. 
Ya sólo falta escuchar, aprender, y comenzar a ser La Luz.

http://fundacionensenarte.bandcamp.com/track/queremos-ense-arte